"Se separa un poco y me mira, al fin sus ojos negros han perdido la humedad y están limpios y listos para lo que viene. Y emocionados con mis palabras. La anestesista rompe el momento, avisando que inyectará ahora mismo y Ayelén pone todo su esfuerzo en quedarse inmóvil, encontrando apoyo contra mi pecho y en mis brazos. Para cuando la mujer termina y ella puede volver a recostarse, la asisto con atención y antes de alejarme planto un beso en su sien, respirando su aroma.
— ¿Augusto?—su voz me alcanza al dar un pequeño paso atrás.
— ¿Sí?—retiene mis dedos nuevamente.
—No te vayas de mi lado—pide, sus pupilas brillantes en las mías.
—Nunca—prometo, seriamente—. Nunca más."